Se trata de un alimento lácteo con un importante aporte de nutrientes para el organismo en general; todo lo que tenés que saber antes de consumirlo
En los alimentos que consumimos a diario se encuentran todos los nutrientes que el cuerpo precisa para garantizar su salud. Es por eso que depende en gran parte de nosotros cómo será nuestra salud con base en la alimentación que mantenemos y los hábitos que implementamos en nuestra vida.
Uno de los temas a tener en cuenta a la hora de elegir qué incorporar en nuestra dieta, pasa por saber diferenciar lo que pueden aportar los alimentos de origen natural con aquellos procesados o industrializados. Es en este marco que hoy queremos abordar este tema, poniendo especial atención en el queso y en el cuidado de la salud de nuestros intestinos.
Quesos para el intestino
El Instituto Mayo Clinic señala que los alimentos tardan aproximadamente de seis a ocho horas en pasar por el estómago y el intestino delgado. El próximo paso es llegar al intestino grueso en donde se produce una mayor digestión, por lo que todo el proceso, desde que se ingiere la comida hasta que sale del cuerpo en forma de heces, tarda de dos a cinco días, según el individuo.
Tomando estos datos como referencia, podemos inferir que la elección de alimentos debe tener en cuenta que el proceso de digestión pueda llevarse a cabo de forma adecuada y protegiendo la salud de los intestinos. Pero qué sucede con el queso, un alimento que es conocido por su aporte de vitamina B12, proteínas y minerales como fósforo, calcio y potasio, según el Instituto Nacional de Salud (NIH).
El queso ofrece diferentes beneficios para nuestra salud, como la protección contra la diabetes tipo 2, la obesidad y la hipertensión. Por otro lado, los tipos de queso cottage, cheddar y suizo colaboran en el cuidado de los intestinos, ya que, según datos difundidos por la Revista Internacional de Tecnología Láctea, los probióticos que contienen ayudan a producir ácidos grasos de cadena corta. Estos colaboran en controlar el equilibrio ácido, absorber todo tipo de nutrientes y proteger el funcionamiento de los intestinos.
Para que el consumo de estos quesos surja el efecto señalado en este último punto, se recomienda hacerlo sin cocinarlos, ya que eso ayudará a conservar sus propiedades probióticas.