La popularidad de Maduro se ha desgastado tras una crisis social y económica que en la última década aumentó la pobreza, el hambre, los costos de salud, y que empujó a más de 7.7 millones de venezolanos a migrar en busca de mejores condiciones de vida.
Nicolás Maduro pasó de ser un personaje secundario cuando Hugo Chávez estaba al mando de Venezuela a gobernar el país, en sus propias palabras, con mano de hierro.
Ahora que el Consejo Nacional Electoral le dio un nuevo mandato, que logró este domingo en medio de una controversial elección, afronta una nueva etapa en la que tendrá que lidiar con las dificultades económicas y con el malestar de un sector de la población que buscaba un cambio en el poder.
Deberá seguir batallando, al igual que tuvo que hacer en la última década, con los cuestionamientos de la oposición y de parte de la comunidad internacional que no reconoce su victoria, ante sus promesas estabilidad social en Venezuela.
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Unas elecciones difíciles para Nicolás Maduro
Tras once años en el poder, en los que tuvo que sobreponerse a insurrecciones de sus adversarios y protestas de la población, así como navegar entre sanciones comerciales, el aislamiento internacional, sublevaciones en las filas del oficialismo y el deterioro de la economía nacional, Maduro debió enfrentar en estos comicios la candidatura de un bloque opositor que alimentó entre los suyos anhelos de cambio y esperanzas de un futuro mejor para Venezuela.
Por primera vez en su carrera política, el exsindicalista del Metro, de 61 años de edad, se midió en las urnas sin el arrasador respaldo de popularidad que heredó de Chávez (1999-2013) tras su muerte y que lo impulsó en la elección de abril 2013.
Tampoco con la ventaja que tuvo en los cuestionados comicios del 2018 cuando compitió prácticamente solo, luego de que la coalición opositora se negara a participar alegando la falta de garantías.
Además, la popularidad de Maduro se ha desgastado tras una crisis social y económica que en la última década aumentó la pobreza, el hambre, los costos de salud, y que empujó a más de 7.7 millones de venezolanos a migrar en busca de mejores condiciones de vida.
La vida de Nicolás Maduro antes de entrar en la política
Una nueva película biográfica, producida para la campaña electoral de este año, revela detalles sobre la educación de Maduro. Narra cómo el ahora presidente creció en un barrio obrero de Caracas dividido entre su amor por el béisbol y el activismo estudiantil.
“Toma una decisión”, le dice un entrenador al lanzador adolescente que encarna Maduro en la película cuando llega tarde a entrenar al campo. “O béisbol o política”.
En la vida real, tras abrazar la política radical de su padre, Maduro fue enviado a la Cuba comunista en 1986 para un año de instrucción ideológica, sus únicos estudios después del bachillerato.
A su regreso, encontró trabajo como conductor de autobús y organizador sindical. Se unió a Chávez después de que el entonces paracaidista del ejército diera en 1992 un fallido golpe de estado contra un impopular gobierno de austeridad.
Tras la liberación de Chávez y su elección como presidente en 1998, Maduro, un joven legislador, ayudó a impulsar su programa de redistribución de la riqueza petrolera y el poder político del país.
Los escalones en la escalera política de Nicolás Maduro a la presidencia de Venezuela
Su recorrido para llegar a la presidencia de Venezuela comenzó desde un segundo plano.
Hasta la noche del 8 de diciembre del 2012, cuando el entonces presidente Hugo Chávez sorprendió al país al aparecer por última vez ante las cámaras de televisión, tres meses antes de morir junto a Maduro, nadie esperaba que nombrara a su leal colaborador desde los tiempos del fallido golpe de 1992 como su heredero político.
En su discurso televisado, el entonces mandatario identificó a su vicepresidente de 50 años como un “revolucionario a carta cabal, de gran experiencia a pesar de su juventud, gran dedicación al trabajo, gran capacidad para la conducción de grupos”.
En medio de la incertidumbre que generó la muerte de Chávez el 5 de marzo del 2013, Maduro asumió la conducción de un país sobrecogido por la desaparición de su líder fundamental.
En ese momento pocos confiaban en que el exdirigente sindical y chófer del Metro, sin estudios universitarios, que solo tenía como experiencia los seis años como diputado y presidente del Congreso, seis años frente a la Cancillería y un par de meses en la vicepresidencia, pudiera asegurar la supervivencia del proyecto político de Chávez.
Maduro era identificado por sus adversarios como una persona con escasos conocimientos y se burlaban de él llamándolo “maburro”, recordando el episodio en el que aseguró que Chávez se le apareció en forma de pájaro tras su muerte.
Las primeras elecciones de Maduro lo ratificaron como líder del chavismo
El político izquierdista enfrentó en abril del 2013 su primera prueba de fuego cuando compitió contra Henrique Capriles en unas elecciones que ganó por un estrecho margen. En esos primeros años de mandato, Maduro se concentró en preservar el legado del fallecido líder, así como sus políticas de controles.
Pese a su victoria electoral sus adversarios no le dieron tregua. En 2014, la oposición más radical, que ya integraba María Corina Machado, llamó a protestas callejeras en la capital venezolana y otras ciudades que dejaron 43 fallecidos y decenas de arrestos. Entre ellos, fue detenido el líder opositor Leopoldo López por casi cinco años.
Un año después de esas movilizaciones, la oposición ganó la mayoría de los escaños en la Cámara de Diputados y le arrebató al oficialismo el control del Congreso que había mantenido por 16 años.
El triunfo opositor desató fuertes tensiones entre el Legislativo, el Ejecutivo y el Tribunal Supremo de Justicia —cercano al gobierno— que fueron escalando hasta 2017.
Ese año Maduro logró la instalación de una oficialista Asamblea Constituyente para neutralizar al Congreso y destituir a la fiscal general, quien por años fue una fiel aliada de Chávez, pero se enfrentó al mandatario acusándolo de violar el orden constitucional y desconocer el modelo de Estado.
El gobierno de Maduro plagado de violencia y persecuciones políticas contra sus opositores
A esos eventos le siguieron cuatro meses de protestas callejeras, entre abril y julio del 2017, que fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad y militares, y que dejaron más de un centenar de muertos, miles de heridos y varias decenas de detenidos en todo el país.
Por esos hechos, la Corte Penal Internacional abrió en febrero de 2018 una investigación preliminar a Venezuela, y en septiembre de ese año seis países de la región solicitaron a esa instancia judicial investigar posibles crímenes de lesa humanidad, en un caso que aún no se ha resuelto.
En esa etapa agitada, Venezuela padeció también una recesión económica y una desbordada inflación que vino acompañada de severos problemas de desabastecimiento de alimentos y otros productos básicos que desataron una crisis social y una migración masiva nunca vista en Venezuela.
Maduro ganó las elecciones en 2018 por falta de candidatos opositores
En medio de los cuestionamientos de la comunidad internacional y el rechazo de la oposición, se convocó en octubre del 2018 una elección presidencial en la que Maduro compitió prácticamente solo debido a los bloqueos políticos a los otros candidatos y logró la reelección con seis millones de votos.
Más de una veintena de países, entre ellos, Estados Unidos, cuestionaron los comicios y Maduro debió hacer frente a partir de ese momento a un aislamiento internacional.
Un año después, la crisis política se reavivó cuando el diputado opositor Juan Guaidó, integrante del partido Voluntad Popular que creó Leopoldo López, asumió la dirección del Congreso y se declaró presidente interino de Venezuela, con el respaldo de varios países europeos y de EEUU que impuso duras sanciones al gobierno de Maduro para presionar su salida.
En 2019, también se dieron protestas callejeras y una fracasada insurrección militar el 30 de abril respaldada por López, quien se refugió después en la embajada de España y luego huyó del país.
El oficialismo recuperó el Congreso en las elecciones parlamentarias de diciembre 2020 que se dieron en medio de un boicot opositor.
A pesar de retomar el control político, los problemas de Maduro no terminaron.
La crisis económica en Venezuela se intensificó en los últimos años
En 2020, la crisis económica se agudizó en Venezuela por efecto de las sanciones y el impacto mundial que desató la pandemia del COVID-19.
El país petrolero comenzó a enfrentar por primera vez en su historia severos problemas de escasez de gasolina, lo que profundizó la paralización del ya debilitado aparato productivo venezolano.
Según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), la economía venezolana registró entre 2013-2021 una contracción acumulada de 75% del Producto Interno Bruto.
Entonces, Maduro comenzó a aplicar una serie de medidas económicas a partir de 2021, más alejadas de las políticas de Chávez pese a que sigue identificándose como un gobierno socialista, como la eliminación de los controles de precios y de cambio, la flexibilización de las importaciones, una dolarización de facto en la economía doméstica, así como restricciones al gasto público y el endeudamiento privado.
Ese año, Venezuela logró salir del ciclo hiperinflacionario que enfrentó por cuatro años.
Esas medidas empezaron a percibirse en resultados y permitieron mantener el control de la inflación, que en el primer semestre de este año alcanzó un acumulado de 8.9%. En comparación, el año pasado en el mismo periodo, registró un 108%.
La tensa relación entre EEUU y Venezuela
Durante sus gobiernos Maduro ha reprimido a la oposición, asumiendo gradualmente más poderes, por lo que Venezuela quedó cada vez más aislada internacionalmente, luego de que EEUU le impuso sanciones económicas.
Los cambios en la política económica en los últimos años han ayudado a que se creen diálogos con el gobierno con la oposición y Estados Unidos, que progresivamente comenzó a flexibilizar algunas sanciones en materia petrolera. De igual forma, varios países europeos también retomaron sus relaciones con Venezuela.
Las elecciones de este año se celebraron tras un acuerdo entre Caracas y la oposición para celebrar elecciones libres y justas. A cambio, Estados Unidos suavizó las sanciones impuestas a Venezuela.
Sin embargo, meses antes de la elección presidencial del 28 de julio de 2024, la carismática jefa de oposición María Corina Machado, favorita de las encuestas, fue declarada inelegible por el poder, ya que está acusada de corrupción.
Machado fue reemplazada por un diplomático desconocido del gran público, Edmundo González Urrutia para enfrentar a Nicolás Maduro.
Al considerar que el gobierno venezolano sigue reprimiendo a la oposición, el gobierno estadounidense anunció en abril que restablecería las sanciones contra los sectores petrolero y gasífero, que habían sido aligeradas meses antes.
¿Qué ha ayudado a Nicolás Maduro a permanecer en el poder?
En el poder desde 2013, Maduro se proyecta para permanecer 18 años en la presidencia, hasta 2031. Solo el dictador Juan Vicente Gómez ha gobernado más que él, con 27 años (1908-1935).
Una táctica de Maduro para conservar el poder ha sido infundir el medio en la población venezolana y controlar el Ejército a base de prebendas. Muchos de sus líderes han sido acusados de corrupción por EEUU y, de permitir la caída de Maduro, muchos temen enfrentar la cárcel o la muerte.
Durante la campaña, que se extendió por casi un mes y en la que predominó la propaganda del oficialismo en los medios locales y las redes sociales, Maduro procuró mostrarse como un gobernante fuerte y retador y recurrentemente envió el mensaje de que si la oposición ganaba la presidencia habría violencia en Venezuela.
«Va a haber paz estabilidad y justicia. Paz y respeto a la ley», dijo Maduro en sus primeras declaraciones tras el anuncio del resultado del domingo, ante centenares de seguidores en el palacio presidencial de Miraflores.
Mientras que durante toda la campaña electoral Maduro planteó esta elección como una encrucijada entre «paz o guerra» y advirtió que un triunfo de la oposición podía llevar a un «baño de sangre», lo cual le valió críticas internacionales.
El ejército ha sido fundamental en las administraciones de Maduro
En sus mandatos apoyándose fuertemente en las fuerzas de seguridad, Maduro ha aplastado las protestas en su contra. Además, se ayuda del control que tiene el oficialismo sobre los poderes públicos, incluido el consejo electoral, y el respaldo del alto mando militar.
Las fuerzas armadas han sido una parte integral del control del poder por parte de Maduro desde que su mentor y predecesor, el excomandante de tanques Chávez, lideró un levantamiento contra un impopular gobierno de austeridad en 1992.
Cuando Chávez fue elegido presidente en 1998, purgó a oficiales adoctrinados en EEUU para luchar contra el comunismo, colocó a compañeros golpistas en altos cargos y volcó la riqueza petrolera del país en aviones de combate y costoso material militar.
Desde entonces los altos mandos tanto del ejército se han mantenido firmes con el gobierno, primero con Chávez y ahora con Maduro, profundizando en el enfrentamiento político en lugar de ceñirse a su papel tradicional de salvaguardar la seguridad del país.
El chavismo sigue respaldando a Maduro
Otro factor a favor de Maduro es que la figura de Chávez, presidente entre 1999 y 2013, sigue presente en el ideario colectivo del país.
“Maduro fue una sorpresa para todos porque terminó teniendo más longevidad en el poder de la que la mayoría de la gente le apostaba o le concedía en el primer momento”, dijo a AP Benigno Alarcón, politólogo y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas.
Que Chávez nombrara a Maduro su sucesor “sin lugar a duda ayudó porque la gente, en una primera elección en el 2013, no votaba por el proyecto de Nicolás Maduro porque no lo conocía, sino que votaba por la continuidad del proyecto de Chávez, a quien sí conocía y había un voto de solidaridad por la muerte de Chávez”, dijo Alarcón.
Maduro aún cuenta con un grupo de fieles incondicionales, conocidos como chavistas, que incluyen a millones de funcionarios públicos y personas cuyos negocios o empleos dependen del Estado. Además de la capacidad de su partido de utilizar los programas sociales para conseguir votos.
De alguna manera, después de cada crisis, Maduro sale fortalecido, aunque los problemas del país se agraven.
En 2022, con sus oponentes derrotados, adoptó un nuevo apodo: Super Bigote, un guiño a su espeso bigote negro, pero también un homenaje de sus partidarios a su reputación de superhéroe que desafía las probabilidades y vence a poderosos enemigos.
“Como presidente, Maduro ha sido un desastre y no entiende mucho de lo que se necesita para dirigir una sociedad moderna”, dijo a AP David Smilde, un experto en Venezuela de la Universidad de Tulane que ha estudiado el país durante 30 años. “Pero sabe cómo mantener el poder y no debería ser subestimado”.