Desalojar a los recién llegados mientras esperan su autorización de trabajo es una elección que la administración del alcalde Adams nunca debió haber tomado
Cuando autobuses con solicitantes de asilo llegaron a la Autoridad Portuaria desde Texas, grupos comunitarios y de ayuda mutua los acogieron, facilitaron servicios básicos y ayudaron a solicitar refugio. Desde entonces, más de 200,000 solicitantes de asilo han llegado a la ciudad de Nueva York.
Dos años después, estos neoyorquinos siguen ayudando, pero sin suficientes recursos, apoyo o coordinación por parte de la Ciudad. Como resultado, la mayoría de los recién llegados son empujados a un sistema de refugio mal administrado, con poca o ninguna gestión de sus casos o apoyo para encontrar vivienda o trabajo permanente.
En cambio, en un esfuerzo cruel y miope por ahorrar dinero, el alcalde Adams instituyó límites de 30 y 60 días, desalojando a las personas de los refugios, interrumpiendo la educación escolar de los niños y ocasionando el extravío de correspondencias y citas de inmigración. Peor aún, la mala gestión de la Alcaldía mantuvo a los solicitantes de asilo en refugios durante casi un año antes de coordinar esfuerzos para encaminarlos hacia la autorización de trabajo.
Los inmigrantes merecen algo mejor. Y la ciudad de Nueva York, la mayor ciudad de inmigrantes del mundo merece algo mejor.
Durante generaciones, el gobierno federal ha coordinado con organizaciones sin fines de lucro para proveer gestión de casos y procedimientos de obtener vivienda, trabajo estable y educación a los refugiados. Esta red de servicios ha permitido que las personas escapen persecución y las comunidades se beneficien económicamente.
Desde el 1862, Jewish Family Services ha brindado estos servicios de reasentamiento en el estado de Nueva York. En Buffalo, están proveyendo apoyo legal, clases de inglés y capacitación y colocación laboral a 530 solicitantes de asilo. Todo pagado por los contribuyentes de la ciudad de Nueva York. ¿Por qué no hacemos lo mismo aquí?
Si la Ciudad les ayudara a presentar solicitudes de inmigración a su llegada, los refugiados serían elegibles para obtener autorización de trabajo en seis meses. Podríamos usar ese tiempo para gestionar casos, impartir lecciones de inglés, y de capacitación y colocación laboral.
Organizaciones como Hot Bread Kitchen y New Jewish Home podrían capacitar a los recién llegados para vacantes difíciles de cubrir. Este tipo de iniciativas realmente le ahorraría dinero a la Ciudad, ya que cuesta lo mismo albergar a una familia durante una semana que ayudar a un solicitante de asilo presentar su solicitud.
Si ayudamos a los neoyorquinos a encaminarse hacia la estabilidad económica, podrían ganar colectivamente más de $470 millones al año, generando nuevos ingresos fiscales.
Calificar la llegada de inmigrantes a la ciudad de Nueva York como “una crisis” y desalojarlos mientras esperan su autorización de trabajo es una elección que la administración del alcalde Adams nunca debió haber tomado. En lugar de trajinar a los recién llegados por sistemas municipales disfuncionales que profundizan su inestabilidad, podríamos recibirlos con dignidad e invertir el dinero de los contribuyentes de manera más eficaz para el futuro de nuestra ciudad.