Más allá de la solidaridad con la causa palestina, no han habido grandes protestas en las capitales del mundo árabe ni medidas contundentes
“¡¿Dónde están los árabes?! ¡¿Dónde están los árabes?!”. Saliendo de entre los escombros, portando a niños muertos en brazos, gritando a la cámara con impotencia. La pregunta la han repetido habitantes de Gaza que se preguntan por qué sus vecinos árabes no los defienden de los bombardeos israelíes.
Durante las semanas que siguieron al ataque de Hamás al sur de Israel del 7 de octubre de 2023, en el que murieron 1,200 israelíes y fueron secuestrados unos 250, todas las miradas se centraron en Medio Oriente. ¿Hasta dónde llegaría la represalia israelí? ¿Cómo responderían las poblaciones y los gobiernos árabes ante el terremoto que se estaba produciendo en la región?
La primera pregunta aún no tiene respuesta: los bombardeos israelíes han arrasado la Franja de Gaza y le han costado la vida a más de 42,500 palestinos, pero por el momento no hay final a la vista.
La segunda sí: si alguien esperaba grandes protestas en las principales capitales del mundo árabe se habrá sentido decepcionado. Aunque el sentimiento popular mayoritario en los países árabes es de solidaridad con la causa palestina, las manifestaciones han sido escasas y controladas.
En cuanto a los gobiernos de los vecinos árabes, “la respuesta ha sido tibia o, directamente, inexistente”, afirma a BBC Mundo Walid Kazziha, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Americana de El Cairo (AUC, por sus siglas en inglés).
Más allá de la crítica retórica a Israel, o del papel mediador que han adoptado gobiernos como el de Qatar o Egipto, “puramente de intermediario, no apoyando a los palestinos”, apunta Kazziha, ninguno de los países árabes ha roto relaciones con Israel o ha tomado algún tipo de medida de presión diplomática o económica para intentar poner fin a la guerra.
¿Por qué la causa palestina ha perdido relevancia entre los gobiernos de la región?Como ocurre con casi todo en Medio Oriente, la respuesta es compleja.
Desconexión entre gobiernos y opinión pública
La región nunca ha sido, en realidad, un bloque inquebrantable y homogéneo.
Los pueblos árabes han compartido a lo largo de la historia un sentimiento identitario, una lengua, en gran medida una religión, y también las preocupaciones derivadas de las influencias coloniales europeas en la región. Pero los intereses de sus gobiernos han sido en ocasiones opuestos.
Tampoco ha sido sencilla la relación entre los palestinos y los países árabes, sobre todo con aquellos que acogieron a un gran número de refugiados tras la proclamación del Estado de Israel en 1948.
La guerra civil libanesa o los enfrentamientos entre militantes palestinos y la monarquía jordana son recordatorios de una historia en ocasiones conflictiva.
Pero la causa palestina también fue, durante décadas, un factor aglutinador para los países árabes.
En este período, el estado israelí era visto “como una extensión de las antiguas potencias coloniales, que se habían retirado de Medio Oriente pero habían dejado a Israel como agente para proteger sus intereses, antes los de Reino Unido y Francia y ahora los de Estados Unidos”, explica a BBC Mundo Tamer Qarmout, profesor asociado de Política Pública en el Doha Institute for Graduate Studies.
Las guerras que en el pasado libraron contra Israel países como Egipto, Siria o Jordania, defendían intereses nacionales, pero también a los palestinos, señalan los analistas.
Esas guerras, sin embargo, han quedado en el pasado. Egipto y Jordania firmaron décadas atrás tratados de paz con Israel. Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Baréin han normalizado sus relaciones con el país que, hasta pocos años, era un paria en la región.
Incluso Arabia Saudita estaba a punto de hacer lo mismo antes del 7 de octubre y la incursión terrestre de Hamás.
Para Dov Waxman, director del Centro Y&S Nazarian de Estudios sobre Israel de la Universidad de California, “desde el principio del conflicto hasta hoy, a lo largo de muchas, muchas décadas, cada uno de los países árabes ha seguido sus propios intereses. Hablan de apoyar a los palestinos y de solidaridad, y no es que esos sentimientos no sean auténticos, pero al final siguen sus intereses nacionales”.
La opinión pública de todo el mundo árabe está furiosa con Israel, añade Elham Fakhro, investigadora del programa de Medio Oriente y Norte de África de Chatham House:
“Hay mucha simpatía hacia la catástrofe humanitaria a la que se enfrenta la población de Gaza, y quieren que sus gobiernos hagan más. Quieren que se corten las relaciones diplomáticas. Quieren que se expulse a los embajadores, ese tipo de respuesta como mínimo”.
Pero, esto no ha ocurrido.
Según Imad K. Harb, director de Investigación y Análisis del centro de estudios Arab Center Washington DC., “los gobiernos árabes abandonaron a los palestinos hace mucho tiempo”.
El terremoto de la Primavera Árabe
Para Tamer Qarmout, hay un punto de inflexión que ha cambiado toda la dinámica de la región: las revueltas populares que sacudieron Medio Oriente y el norte de África entre 2010 y 2012, conocidas como la Primavera Árabe.
“Desde entonces la marea cambió totalmente y el fracaso de estas revueltas han puesto a la región en un limbo: muchos países siguen inmersos en conflictos civiles, como Yemen, Siria o Irak. Estos dos últimos, que eran países centrales y potentes con ideas políticas que podían desafiar a EE.UU., desaparecieron. Libia desapareció, Egipto está sumido en el caos económico, Sudán en la guerra civil…”, enumera el profesor de la universidad qatarí.
En medio de ese estado de crisis permanente, las sociedades árabes, aunque sienten simpatía por los palestinos, “se sienten desamparados, ellos mismos viven bajo tiranías, autocracias y dictaduras. El mundo árabe se encuentra en una situación lamentable, las personas no tienen libertad o la capacidad y la aspiración para vivir con dignidad”, denuncia Qarmout.
Aun así, la respuesta social ha sido mucho más contundente que la gubernamental, aunque se ha desarrollado sobre todo en las redes sociales.
Desde la Primavera Árabe, las calles de muchos países de la región como, por ejemplo, Egipto, se han convertido en terreno vedado para el activismo.
Si antes los gobierno autoritarios permitían que la gente desfogara su frustración en manifestaciones en defensa de los palestinos, hoy temen que esas protestas acaben en algo más.
Pero no es lo único que cambió tras estos convulsos años, en los que millones de árabes salieron a las calles de países como Túnez, Egipto, Libia, Siria, Baréin o Marruecos para exigir democracia y derechos sociales.
“La Primavera Árabe fue realmente un terremoto y cambió las dinámicas y prioridades de muchos países. Algunos viejos regímenes dejaron de existir y otros pensaron que iban detrás, por lo que entraron en pánico, a mirar de izquierda a derecha y a buscar protección. Y muchos compraron la idea que le vendía Estados Unidos de que Israel, su aliado en la región, podía protegerlos”, analiza Tamer Qarmout.
Pocos años después, bajo la mediación de EE.UU. -con Donald Trump en la presidencia-, Baréin y Emiratos Árabes Unidos firmaban los Acuerdos de Abraham, por los que normalizaron las relaciones con Israel, acuerdos a los que más tarde se sumaron Marruecos y Sudán.
Las contrapartidas no tardaron en llegar. Washington, por ejemplo, reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, lo que aleja la posibilidad de un referéndum de autodeterminación.
“Al examinar la relación que estos países han establecido con Israel vemos que básicamente se reduce a que los israelíes les vendan sistemas para espiar a sus propias poblaciones”, denuncia Walid Kazziha.
Los supuestos casos de espionaje con el programa Pegasus, que ha desarrollado la empresa israelí NSO Group, han salpicado a Marruecos, Emiratos y Baréin, e incluso a Arabia Saudita, pese a no mantener relaciones oficiales con Israel.
Según The New York Times, Riad compró el programa en 2017 y perdió su acceso tras el asesinato del periodista opositor Jamal Khashoggi en el consulado saudita de Estambul al año siguiente. }
A pesar de ello, el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, logró recuperar el servicio tras llamar al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que intervino para que se permitiera a los sauditas volver a usar el software, de acuerdo con el diario estadounidense.
El miedo a los islamistas
Además de los propios intereses nacionales, otro factor ha alejado a algunos gobiernos árabes de la causa palestina: el auge de las milicias islamistas.
Si la primera oleada de resistencia palestina tras la guerra de 1967 y bajo el liderazgo de Yaser Arafat podría considerarse nacionalista, según el veterano profesor de la AUC, la de hoy tiene raíces más religiosas.
“Los que hoy luchan por la causa son básicamente islamistas, ya sea Hamás o Hezbolá, con conceptos que vienen del Islam como, por ejemplo, el martirio”.
Los vínculos de Hamás con los Hermanos Musulmanes, una organización islamista que se ha enfrentado a varios de los gobiernos de la región, hace que muchos de estos gobiernos vean a Hamás como una amenaza.
“Miran a Hamás como el último bastión de los Hermanos Musulmanes que queda en pie, y encima es militar y fuerte”, señala Qarmout. Israel, de alguna forma, les hace el trabajo sucio al destruir a Hamás, añade el profesor del Doha Institute.
Inquietud por el papel de Irán
Las conexiones de Hamás o Hezbolá con Irán también hacen recelar a los países árabes.
Para los países del Golfo, por ejemplo, Irán es una amenaza mayor que Israel. Muchos de los gobiernos árabes “han adoptado la narrativa israelí y estadounidense de que estos movimientos son los brazos de Irán en la región y que fueron creados para sabotear el proyecto regional de paz pasando por encima de los palestinos”, sostiene Qarmout.
Esta es la narrativa que defiende gran parte de la prensa oficial en el mundo árabe, una región en la que apenas hay medios independientes, agregan los analistas. “Para los medios sauditas, por ejemplo, la principal preocupación no son los palestinos, sino cómo los iraníes están ganando terreno”, observa Kazziha.
Aunque Hamás recibe hoy apoyo y financiación de Irán, reconoce Qarmout, cuando el grupo palestino nació tenía buenas relaciones con varios países árabes, pero estas naciones luego desconfiaron de la fuerza que fue adquiriendo el movimiento.
“Cuando les cerraron las puertas y nadie quiso darle armas para enfrentarse a Israel, estuvieron dispuestos a darle la mano al diablo para conseguirlas”, añade.
Lo mismo ocurre con Hezbolá y otros grupos que reciben sostén de Irán, pero que también quieren defender a los palestinos, argumenta Kazziha:
“Cuando se pone a Irán como promotor, entonces deja de verse al pueblo árabe en la foto, y creo que hay algunos movimientos árabes que están genuinamente interesados en apoyar a los palestinos e incluso morir por ellos, como Hezbolá, los hutíes de Yemen y algunos movimientos chiitas en Irak”, sostiene el investigador de la AUC.
El cambio generacional
Además de los intereses geoestratégicos y la crisis de los países árabes, al olvido de la causa palestina se suma el paso del tiempo. Conceptos que un día hicieron latir el corazón de Medio Oriente como el panarabismo hoy son meros ecos del pasado.
“La mayor parte de las nuevas generaciones en la región sienten simpatía por los palestinos, pero no conocen las dinámicas del conflicto porque en el colegio ya no se enseñan esas cosas. Durante los años 60 y 70 muchos países árabes tenían un currículum escolar completo sobre Palestina, pero hoy las sociedades han cambiado con las fuerzas de la globalización, incluso las identidades”, explica Qarmout.
Con los nuevos líderes sucede lo mismo.
“En países del Golfo, por ejemplo, está toda esta nueva generació de líderes como Mohamed Bin Salman en Arabia Saudita, que en su mayoría se ha educado en Occidente, que no son panarabistas ni ven Palestina como una cuestión”, describe Qarmout.